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Hipertiroidismo e hipotiroidismo: ¿puede ayudar la alimentación?

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El hipertiroidismo y el hipotiroidismo son dos enfermedades que afectan a la glándula tiroides. Estas afecciones son muy frecuentes y se basan, respectivamente, en el aumento o la disminución de la producción de las hormonas T3 y T4 por parte de la glándula tiroides.

Las consecuencias se pueden manifestar en todo el organismo, especialmente en el metabolismo. ¿De qué dependen estas patologías? ¿Existe una correlación con la alimentación? ¿Podemos prevenir o tratar las enfermedades de la tiroides con la dieta?

¡De eso mismo hablaremos en este artículo!

¿Qué es la tiroides y cuál es su función?

La tiroides es una glándula con forma de mariposa situada en la parte anterior del cuello, delante de la tráquea. Estimulada por la TSH, una hormona que la hipófisis envía a la tiroides, produce a su vez dos hormonas: la T3 (triyodotironina) y la T4 (tetrayodotironina).

Estas dos hormonas desempeñan funciones importantes en todo el organismo:

  • Contribuyen a la capacidad contráctil del corazón, afectando a la frecuencia cardíaca, la excitabilidad y el consumo de oxígeno del corazón
  • Regulan el tejido adiposo blanco (que acumula ácidos grasos) y el tejido adiposo pardo (que acumula menos ácidos grasos y contribuye más a su eliminación)
  • Regulan la glucemia, los lípidos y el colesterol
  • Aumentan la motilidad intestinal
  • Aumentan el flujo renal y la filtración glomerular
  • Influyen en la absorción de la vitamina B12 y el hierro
  • Regulan la composición ósea
  • Regulan los estrógenos, la testosterona y la fertilidad

Las enfermedades de la tiroides y sus consecuencias

Existen diferentes patologías que afectan a la glándula tiroides, pero podemos hablar principalmente de hipertiroidismo e hipotiroidismo. En el primer caso la tiroides produce más hormonas de lo normal, mientras que en el segundo la producción se reduce.

La variación de la producción puede deberse a varios factores. La tiroides, por ejemplo, puede producir más o menos hormonas por estar más o menos estimulada por la TSH. En estos casos, la causa de la alteración de la función tiroidea radica en una patología hipofisaria: la hipófisis, en condiciones patológicas, produce una cantidad alterada de TSH que estimula en exceso o de
manera insuficiente a la tiroides para que produzca T3 y T4. Sin embargo, lo más frecuente es que los trastornos de la tiroides se deban a razones autoinmunes (p. ej., la enfermedad de Basedow), a la inflamación de la tiroides (tiroiditis) o nódulos tiroideos.

Teniendo en cuenta la gran cantidad de funciones fisiológicas y procesos bioquímicos que están regulados por las hormonas tiroideas, no resulta sorprendente que un mal funcionamiento de la tiroides tenga repercusiones en todo el organismo, que incluso pueden ser graves.

Las principales consecuencias, signos y síntomas del hipotiroidismo son:

  • Sensación de frío
  • Estreñimiento
  • Dolores musculares y calambres
  • Piel seca y áspera
  • Cabello erizado
  • Bradicardia
  • Apatía, cansancio, depresión
  • Somnolencia

En cambio, el hipertiroidismo puede manifestarse con:

  • Sensación de calo
  • Diarrea
  • Temblores
  • Sudoración excesiva
  • Caída del cabello
  • Taquicardia
  • Nerviosismo e irritabilidad
  • Insomnio

Aunque los signos y síntomas del hipotiroidismo y el hipertiroidismo son muchos, también es cierto que son muy generales. Por tanto, no siempre se les presta atención. Las señales de alarma pueden ser: cambios de humor repentinos, cambios en la calidad del sueño, aumento y/o pérdida de peso injustificados y rápidos, cambios en la sensación de apetito.

Si se tiene una sospecha, lo recomendable es acudir al médico para que compruebe los niveles de las hormonas TSH, T3 y T4 mediante un análisis de sangre. En caso de valores alterados de estos parámetros, también se realizará una ecografía tiroidea para diagnosticar la patología.

La tiroides y el yodo

Antes de comprender si es posible influir en la función tiroidea a través de la alimentación, es importante entender el papel clave del yodo en la producción de las hormonas tiroideas.

El yodo es una parte integral de las hormonas tiroideas: la hormona T3 contiene 3 átomos de yodo, mientras que la T4 contiene 4. Por tanto, es indispensable para su síntesis. Si hubiera una deficiencia de yodo en el organismo, la tiroides no podría producir T3 y T4 en cantidades fisiológicas y estaríamos frente a un caso de hipotiroidismo.

La hipófisis registraría la disminución de la producción de T3 y T4 y empezaría a producir más TSH para incitar a la tiroides a volver a la normalidad. No obstante, al no haber suficiente yodo disponible, los niveles de las hormonas tiroideas se mantendrán bajos y, mientras tanto, como resultado de una estimulación excesiva por parte de la TSH, la tiroides empezará a agrandarse, lo que dará lugar al bocio característico de esta patología.

La carencia de yodo es, entonces, una de las posibles causas del hipotiroidismo. Por el contrario, no es cierto que una ingesta excesiva de yodo provoque hipertiroidismo.

Cuánto yodo ingerir y cómo

Las necesidades diarias de yodo son de unos 150 microgramos. La cantidad aumenta en las mujeres embarazadas y durante la lactancia (250 microgramos al día), ya que también tendrán que suministrar yodo al feto o al recién nacido. De hecho, muchas veces los problemas de tiroides se manifiestan precisamente durante estas etapas de la vida.

Nuestra principal fuente de yodo son sin duda los alimentos, pero la concentración de yodo varía mucho de un alimento a otro. Se encuentra tanto en alimentos de origen animal como de origen vegetal. En el primer caso, la concentración de yodo depende en gran medida del yodo ingerido por el animal a través de los alimentos; en el segundo, de la presencia del mineral en el suelo.

Los principales alimentos que contienen yodo son sin duda los de origen marino. De hecho, el pescado y los crustáceos contienen entre 100 y 300 microgramos de yodo por cada 100 gramos.

Otros alimentos que contienen yodo son:

  • La leche y los productos lácteos (15 μg/100 ml)
  • Los huevos (8 μg/100 g)
  • Los cereales (6 μg/100 g)
  • La carne (3 μg/100 g)
  • Las frutas y verduras (2 μg/100 g)

Hay que considerar que el yodo que ingiere cada día una persona promedio a través de los alimentos es insuficiente. Una dieta equilibrada que incluye 2 porciones de pescado a la semana, leche todos los días y queso permite la ingesta de alrededor del 50-60% de las necesidades de yodo.

La sal yodada

Un alimento que nos garantiza un buen aporte de yodo es la sal yodada. Se trata de la sal de mesa común enriquecida con yodo.

Cada gramo de sal yodada nos aporta 30 microgramos de yodo. ¡Pero hay que tener cuidado de no exagerar! No deja de ser sal, cuyo consumo debe limitarse para prevenir las enfermedades cardiovasculares, especialmente la hipertensión.

Por tanto, lo que hay que hacer es encontrar el equilibrio adecuado entre la ingesta de yodo y de sal. La solución es utilizar poca sal, pero que sea yodada.

De hecho, la Organización Mundial de la Salud recomienda no consumir más de 5 gramos de sal al día. Si esta cantidad se refiere a la sal yodada, nos permite cubrir la totalidad de nuestras necesidades diarias de yodo.

Algas, coles y soja

Estos son alimentos muy cuestionados cuando se habla de la tiroides y las enfermedades de la tiroides. Las algas por su contenido de yodo, la soja por su contenido de fitoestrógenos y las coles (o más bien todas las plantas pertenecientes a la familia de las brasicáceas) por su contenido de glucosinolatos (sustancias a las que se atribuye una acción bociogénica, es decir, de agrandamiento de la tiroides).

Es cierto que las algas contienen yodo, pero también lo es que para que tengan un efecto significativo sobre la tiroides tendríamos que ingerir cantidades realmente elevadas y que, además, la tiroides tiene un mecanismo de adaptación para evitar que los excesos de este micronutriente perjudiquen su función.

La soja ha sido y sigue siendo objeto de numerosas investigaciones paracomprender mejor el papel de los fitoestrógenos que contiene. A estas sustancias se les atribuyen muchas acciones positivas, protectoras y preventivas, pero también parecerían estar implicadas en las enfermedades de la tiroides.

Sin embargo, hasta la fecha, múltiples estudios han demostrado que la ingesta de soja no tiene ningún efecto sobre las hormonas tiroideas. Por otra parte, en lo que respecta a las plantas pertenecientes a la familia de las brasicáceas, aunque las sustancias que contienen pueden reducir la disponibilidad del yodo, es importante aclarar que deben consumirse en grandes cantidades para tener este efecto, como ya se ha mencionado en relación con las algas.

Además, se debe en cuenta que tanto las sustancias contenidas en la soja como las contenidas en las brasicáceas se absorben y metabolizan en el organismo con una gran variabilidad de una persona a otra y, por tanto, el efecto también puede ser muy subjetivo.

Resumiendo, podemos decir que ninguno de estos alimentos supone un riesgo para la salud de las personas sanas o con enfermedades de la tiroides siempre que se incluyan en una dieta variada y equilibrada sin excesos.

La situación es distinta cuando se trata de suplementos (o productos similares) que contienen extractos en los que se concentran los principios activos presentes en estas plantas. En estos casos, si se padece una enfermedad de la tiroides, se recomienda consultar a un especialista.

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