La salud del corazón depende de la presión arterial
La medición de la presión arterial es quizá uno de los controles a los que estamos más acostumbrados.
Pero ¿por qué es tan importante? Por una razón muy sencilla: la salud del corazón y de todo el sistema circulatorio, esencial para todo el organismo, está relacionada con los valores de la presión arterial (mínima y máxima).
La presión arterial es el resultado de dos fuerzas: la que ejerce el corazón sobre la sangre cuando se contrae para impulsarla a través de los vasos y la resistencia que oponen las arterias al flujo sanguíneo.
Cuando la presión supera los valores normales, puede dañar los vasos y volverlos menos elásticos y más gruesos, lo que obliga al corazón a trabajar más para hacer que la sangre circule. Esta afección se denomina hipertensión arterial y es uno de los principales factores de riesgo de las enfermedades cardiovasculares.
La presión arterial: ¿qué es?
La presión arterial es la fuerza que ejerce la sangre, bombeada por el corazón, sobre las paredes de las arterias.
Cuando el corazón se contrae, la sangre entra en las arterias, generando una presión que se denomina presión arterial sistólica o «máxima».
Durante la siguiente fase, el corazón se relaja y se llena de sangre. La presión generada durante esta fase se denomina presión arterial diastólica o «mínima».
Hipertensión: los valores de la presión alta
Cada vez que medimos la presión, obtenemos unos valores (medidos en mmHg, o milímetros de mercurio).
Estos valores se consideran óptimos cuando son inferiores a 120 mmHg para la presión máxima e inferiores a 80 mmHg para la presión mínima.
Los valores por encima de estos umbrales deben controlarse mediante mediciones periódicas (valores normales con factores de riesgo o valores normales-altos), pero no constituyen una condición patológica.
En cambio, se habla de hipertensión cuando la presión arterial máxima es igual o superior a 140 mmHg y la mínima es igual o superior a 90 mmHg.
A lo largo del día, tanto la presión arterial máxima como la mínima presentan variaciones fisiológicas (es decir, normales): es más alta por la mañana inmediatamente después de despertar, tiende a disminuir a medida que pasan las horas y hacia la noche vuelve a elevarse, mientras que durante el sueño los valores descienden.
La presión arterial máxima puede incrementarse con la edad y como consecuencia de un estilo de vida incorrecto (incluso en personas jóvenes), debido al aumento progresivo de la rigidez de los vasos.
Una buena forma de mantener la presión arterial bajo control es medirla regularmente (en casa o en la farmacia), apuntar los resultados y mostrárselos al médico en las revisiones periódicas.
Factores de riesgo
Los factores de riesgo son aquellas condiciones que aumentan la probabilidad de desarrollar una enfermedad, en este caso del sistema cardiovascular, y de sufrir un evento grave, como un infarto o un accidente cerebrovascular.
Algunos de estos factores, como la edad, el sexo y los factores genéticos, no dependen de nuestros hábitos. Pero también hay factores «modificables» sobre los que podemos actuar, como:
- el exceso de peso
- el sedentarismo
- el tabaquismo
- la hipercolesterolemia (niveles elevados de colesterol en sangre)
- la diabetes
- el estrés
- el consumo de determinados medicamentos o sustancias que pueden contribuir al aumento de la presión arterial (alcohol, regaliz, café o té).
Una persona que presenta más de un factor de riesgo de manera simultánea tiene más probabilidades de desarrollar una enfermedad cardiovascular que la suma de los factores de riesgo individuales.
Estos suelen ser concurrentes porque a menudo están relacionados entre sí: una alimentación incorrecta, por ejemplo, contribuye al sobrepeso, al aumento del colesterol y los triglicéridos, a la hipertensión, a la diabetes, etc.
Al corregir nuestros hábitos alimenticios y mejorar nuestro estilo de vida, podemos eliminar más de un factor de riesgo simultáneamente.
Hipertensión: datos curiosos
- Es una enfermedad silenciosa, que no presenta síntomas. Por lo general, la hipertensión arterial no se hace notar, no da síntomas ni señales particulares. Muchas personas pueden padecerla durante años sin darse cuenta y descubrir el problema por casualidad, arriesgándose a sufrir trastornos graves como enfermedades coronarias y accidentes cerebrovasculares. La detección de la hipertensión ocurre muy a menudo en la farmacia o durante la visita al médico con una medición ocasional sin la presencia previa de señales de alarma. Por eso es muy importante controlar la presión arterial con regularidad, sobre todo porque actuando a tiempo y siguiendo un estilo de vida adecuado es posible mantenerla dentro de los valores normales. En general, solo se presentan síntomas claros, como dolores de cabeza fuertes, ansiedad severa, dificultad para respirar, hemorragias nasales, náuseas o vómitos, dolores torácicos, palpitaciones, problemas de visión o acúfenos (zumbidos en los oídos), en las crisis hipertensivas, es decir, cuando la presión arterial alcanza niveles peligrosamente altos. En estos casos es especialmente importante acudir al médico lo antes posible.
- Es un problema que no hay que subestimar: el riesgo de oclusiones, infartos y accidentes cerebrovasculares es real. Para comprender las razones de su peligrosidad, resulta útil pensar en una carretera con un tráfico muy intenso y pesado que, a la larga, daña el asfalto. En el caso de la hipertensión, los que se dañan debido a la presión excesiva son los vasos sanguíneos. Una de las principales consecuencias del deterioro es el proceso aterosclerótico, que acaba por estrechar y obstruir las arterias. La falta de irrigación sanguínea afecta y daña
progresivamente los tejidos. Con la participación de otros factores de riesgo, se puede llegar a poner en peligro el corazón, las arterias y otros órganos, exponiéndolos al riesgo de problemas cardíacos graves (como el infarto), accidentes cerebrovasculares, aneurismas, enfermedad arterial periférica, insuficiencia renal crónica y retinopatía.
- Puede afectar también a los jóvenes. La exposición a una gran cantidad de factores de riesgo como consecuencia del estilo de vida y los antecedentes familiares (padres con hipertensión) hacen que incluso los jóvenes puedan ser propensos a desarrollar hipertensión. Es por eso que no hay que perder el tiempo: no es posible esperar a que la hipertensión se manifieste a través de síntomas específicos. Conocer los valores de nuestra presión arterial y controlarla regularmente es necesario para proteger nuestra salud y resulta útil a partir de los 20 años, sobre todo si se tienen padres hipertensos.
Cómo bajar la presión
Como ya se ha mencionado, la presión arterial depende en gran medida del estilo de vida y la dieta. Las medidas apropiadas para controlar los valores se relacionan principalmente con la alimentación. He aquí algunas medidas sencillas y aplicables en la vida cotidiana para reducir la presión arterial
- Limitar el consumo de sal. Reducir el consumo diario de sal a unos 5 g al día puede disminuir la presión arterial máxima hasta 8 mmHg y la mínima hasta 4 mmHg. La cantidad de sal que ya contienen de forma natural los alimentos es suficiente para las necesidades de nuestro organismo y, en cualquier caso, la ingesta diaria de sal no debería ser superior a una cucharadita.
- Seguir una dieta saludable. La salud del corazón y los valores de la presión arterial también dependen de una alimentación adecuada. Lo ideal es consumir muchas frutas y verduras, al menos 5 porciones al día, preferiblemente frescas y de temporada, en lugar de dulces y alimentos azucarados. Se debe prestar atención a la cantidad de comida que se ingiere; si es posible, es mejor preparar las comidas en casa, utilizando alimentos sanos con poca grasa y azúcar. También se debe moderar el consumo de bebidas azucaradas y zumos de fruta.
- No fumar y moderar el consumo de café.
- Hacer ejercicio regularmente. La actividad física de intensidad moderada (30 minutos de caminata a paso ligero al día son suficientes) ayuda a mantener la presión arterial en un nivel favorable.
- Reducir los factores de estrés. El estrés y la ansiedad pueden elevar temporalmente la presión. Si no es posible eliminar todos los factores desencadenantes, se recomienda al menos dedicar algo de tiempo a la relajación.
- Eliminar los kilos de más. La presión arterial suele asociarse a condiciones de sobrepeso y obesidad que pueden preceder, causar o agravar un estado de hipertensión arterial y, por tanto, el riesgo cardiovascular.
La pérdida de peso ayuda a bajar la presión
El exceso de peso es un enemigo declarado de la salud en general y de la salud cardiovascular en particular.
El aumento de peso incrementa el trabajo que tiene que realizar el corazón para bombear sangre a todo el cuerpo e influye negativamente, de distintas maneras, en todos los demás factores de riesgo: diabetes, hipertensión, aumento de los niveles de grasa en la sangre, etc.
El tejido adiposo es un órgano endocrino y, si no se le ayuda en su función fisiológica, puede llegar a ser peligroso. En particular, la grasa abdominal, visceral y subcutánea produce citocinas, proteínas responsables de la inflamación local y sistémica.
Esta acumulación de masa adiposa abdominal y visceral afecta al sistema cardiovascular de hombres y mujeres, sobre todo después de la menopausia. ¡Recordemos que un solo kilo de grasa abdominal contiene unos 3 kilómetros de capilares nuevos! Esto significa que una persona con 10 kg de exceso de masa adiposa localizada en el abdomen tendrá unos 30 km más de vasos sanguíneos, lo que supondrá un esfuerzo adicional por parte del corazón para impulsar la sangre.
El resultado final es un aumento de la presión arterial y posibles arritmias cardíacas.
Cuidado con la grasa abdominal
Se han identificado riesgos patológicos relacionados con los depósitos de grasa localizados en el abdomen incluso sin un exceso de peso propiamente dicho.
De hecho, el aumento del perímetro abdominal está estrechamente relacionado con la cantidad de tejido adiposo que se acumula en el abdomen y que constituye un factor de riesgo aún más importante que el mero aumento del peso corporal. Por eso es importante medirlo e intentar reducirlo.
En los hombres, su valor debe ser inferior a 94 cm, y en las mujeres inferior a 80 cm. Un perímetro abdominal entre 94 y 101 cm en los hombres y entre 80 y 87 cm en las mujeres indica una situación de riesgo, que pasa a ser alto si los valores superan los 102 cm y los 88 cm, respectivamente.
¿Cuánto peso hay que perder para bajar la presión?
¿Cuánto peso debemos perder para obtener beneficios concretos?
La respuesta proviene de un estudio científico: es necesario perder el 5% del peso corporal.
De hecho, se ha demostrado que una reducción de tan solo el 5% del peso conlleva una disminución de la presión arterial sistólica (máxima) y diastólica (mínima) de 5 mmHg.
¿Y esto qué quiere decir? Una persona que pesa 100 kg, por ejemplo, con una presión arterial de 125/85 mmHg, puede reducir su presión arterial a 120/80 mmHg si pierde solo 5 kg.
Esto significa pasar de una condición “de riesgo” a una fisiológica.
Mantener el peso bajo control mejora la presión arterial y, por tanto, la salud del corazón.
Perder peso es una elección de medicina preventiva
Sin embargo, para perder peso de forma saludable es necesario seguir una dieta que respete el organismo y evitar las dietas que se basan en la exclusión de ciertos alimentos y resultan estresantes para el metabolismo.