Estamos acostumbrados a controlar nuestra presión arterial, nuestros niveles de colesterol y triglicéridos, pero rara vez nos preocupamos por nuestros valores de glucemia. Creemos que se trata de un parámetro del que solo deben preocuparse las personas con diabetes. Nada más lejos de la realidad. Veamos juntos qué es la glucemia, por qué es conveniente controlarla y cuáles son sus valores de referencia.
¿Qué es la glucemia?
La glucemia es la concentración de glucosa en la sangre. Pues sí, los componentes de la sangre no solo incluyen glóbulos blancos, glóbulos rojos y plaquetas, sino también azúcares y mucho más. Si lo pensamos bien, no es tan absurdo. Todo lo que comemos llega al intestino y, una vez «descompuesto», se absorbe y pasa del intestino a la sangre. Este es un aspecto al que hay que prestar mucha atención, ya que la composición de nuestra sangre depende mucho más de lo que imaginamos de lo que comemos y bebemos.
¿Cuáles son sus valores de referencia?
La glucemia no es estable, sus valores cambian constantemente a lo largo del día. Es baja por la mañana, debido al ayuno nocturno (a menos que comamos algún tentempié por la noche), sube después de cada comida hasta alcanzar un valor máximo (el pico glucémico), y vuelve a valores bajos al cabo de 2 horas. En condiciones saludables, la glucemia en ayunas (cuando no se han ingerido alimentos durante 8 horas) debe situarse entre 60 y 99 mg/dl, y por debajo de 140 mg/dl 2 horas después de las comidas.
¿Qué ocurre si es demasiado baja?
Si la concentración de glucosa es demasiado baja, se habla de hipoglucemia. Puede ocurrir en personas sanas si no han comido durante demasiadas horas, pero es una afección bastante rara; la hipoglucemia se convierte en un problema concreto sobre todo con el uso de medicamentos antidiabéticos. De hecho, puede ocurrir que una persona diabética, aunque tome regularmente la dosis correcta de medicación, se encuentre en una situación de hipoglucemia por haber comido un poco menos de lo habitual, por haber hecho ejercicio más intenso o, en general, por haber variado, aunque sea ligeramente, algunos de los factores que influyen en la glucemia. Los síntomas incluyen temblores, palpitaciones, sudoración y palidez.
¿Y si es demasiado alta?
En este caso se habla de hiperglucemia. Ocasionalmente puede ocurrirle a cualquier persona, tal vez porque ha ingerido una comida demasiado abundante y rica en hidratos de carbono. En este caso, si la persona está sana, la glucemia tenderá a volver a los niveles normales en poco tiempo. Sin embargo, en otros casos, la hiperglucemia puede deberse a la diabetes, ya sea de tipo 1, de tipo 2 o gestacional. Las señales de alarma pueden ser sequedad bucal, sensación frecuente de sed, necesidad continua de orinar, cansancio y pérdida involuntaria de peso. Tratar la hiperglucemia es fundamental. A largo plazo, puede causar daños en órganos como los ojos, los riñones y el cerebro. Además, la hiperglucemia puede provocar cetoacidosis (utilización de ácidos grasos, en lugar de azúcares, para producir energía), y esta a su vez puede evolucionar hasta el coma diabético.
¿Qué hacer si se detectan valores anormales de glucemia?
Lo primero que debemos hacer si queremos actuar rápidamente en caso de alteración de los valores de glucemia es conocerlos. Para ello, necesitamos medir la glucemia mediante el uso de un glucómetro. Medir la glucemia no debería ser un hábito exclusivo de los diabéticos; es importante para todos, incluidas las personas sanas. De este modo, podemos detectar cualquier valor anormal de glucemia e intervenir a tiempo. Otro hábito que puede ayudarnos a mantener bajo control nuestros niveles de glucemia es hacer actividad física. De hecho, cuando hacemos ejercicio, nuestras células recurren a la glucosa para producir energía extrayéndola de la sangre. Esto hace que los valores de glucemia se reduzcan. Este efecto sobre la glucemia puede durar hasta 24-48 horas porque el ejercicio aumenta la masa muscular y, por tanto, las células utilizan glucosa incluso durante el reposo.
¿Es posible prevenir la diabetes con estas medidas?
Depende. Prevenir la diabetes de tipo 1 no es posible (es una enfermedad autoinmune que depende sobre todo de factores genéticos), pero frente a la diabetes de tipo 2 podemos hacer nuestra parte. Llevar una dieta sana y equilibrada, hacer actividad física regularmente y controlar el peso son 3 reglas que no son fáciles de seguir cuando nuestra vida cotidiana está llena de compromisos y actividades, pero que realmente pueden marcar la diferencia.
Un estilo de vida saludable puede salvarnos de enfermedades graves y de sus consecuencias.