El «síndrome metabólico» (o síndrome de resistencia a la insulina) es una situación clínica compleja que puede afectar a nuestro organismo.
¿Pero qué es realmente el síndrome metabólico? ¿Cuáles son las causas? ¿Cómo podemos identificar este trastorno en nuestro organismo?
Conozcamos mejor este «síndrome» cada vez más extendido entre la población mundial, pero aún poco reconocido y, por tanto, a menudo subestimado.
Un síndrome de los últimos siglos
En realidad, esta situación clínica particular se conoce desde finales del siglo XVIII, cuando Giovanni Battista Morgagni descubrió una conexión entre algunas manifestaciones del organismo propias de distintas enfermedades: la obesidad y la hipertensión arterial.
En el siglo XX, en Europa y Estados Unidos se siguió estudiando con creciente interés este conjunto de factores predisponentes que, cada vez con más frecuencia, mostraban consecuencias graves, sobre todo a nivel cardiovascular.
Fue a finales de los años setenta cuando el académico alemán Haller utilizó por primera vez el término «síndrome metabólico», asociando este trastorno a síntomas relacionados con la diabetes mellitus, la obesidad y la esteatosis hepática. A partir de ese momento, se llevaron a cabo una serie de estudios clínicos que han dado lugar a una comprensión más precisa de esta combinación de factores de riesgo en la actualidad.
Alteraciones metabólicas de origen multifactorial
La palabra síndrome procede del griego y significa «concurso, concurrencia». En el lenguaje médico, este término indica un conjunto más o menos específico de signos y síntomas que no pueden atribuirse a un único factor desencadenante. Metabólico, por su parte, deriva de metabolismo, término que a su vez debe su origen al concepto de «mutación, variación, transformación», porque el conjunto de transformaciones químicas que tienen lugar en las células para producir energía y materia nueva se llama precisamente metabolismo.
Está claro que cuando hablamos de síndrome metabólico nos encontramos frente a una situación compleja y polifacética: una verdadera anomalía sistémica que tiene el poder de modificar el funcionamiento de nuestro metabolismo hasta el punto de provocar un cuadro clínico grave. Hablamos de síndrome metabólico cuando hay tres o más parámetros alterados de los listados (perímetro abdominal, presión arterial…), siendo la circunferencia abdominal una de ellas.
El síndrome metabólico está estrechamente vinculado a determinadas variables y factores predisponentes, como la edad, el sexo, la genética y el estilo de vida.
Muchos de los estudios realizados muestran una mayor manifestación de esta enfermedad en los países más desarrollados, como Estados Unidos, donde la mayoría de las personas con esta enfermedad son pacientes obesos con un estilo de vida poco saludable. El exceso de peso es, por tanto, una de las principales causas de la aparición del síndrome metabólico, junto con un estilo de vida poco saludable y el envejecimiento.
Por tanto, los factores desencadenantes son numerosos, al igual que sus consecuencias: esta situación particular, de hecho, puede conducir a la aparición de graves amenazas cardio metabólicas, asociadas a un mayor riesgo de múltiples enfermedades crónicas, incluidas las cardiovasculares, y también a enfermedades neurodegenerativas (Alzheimer, enfermedad de Parkinson) y al deterioro cognitivo hasta la demencia, cuya incidencia aumenta con la edad.
¿Cómo reconocer un posible síndrome metabólico?
La obesidad es sin duda uno de los factores desencadenantes más importantes, pero no es el único. El sedentarismo y una dieta rica en ácidos grasos y azúcares simples también contribuyen a empeorar el cuadro clínico. Veamos con más detalle cuáles pueden ser algunos de los indicios.
Una de las primeras señales que nos «envía» nuestro cuerpo es el aumento del perímetro o circunferencia abdominal. De hecho, para identificar el síndrome metabólico, se empieza por medir el perímetro abdominal y después se mide la presión arterial. También deben controlarse los niveles de glucemia y lípidos (grasas), que pueden obtenerse mediante análisis de sangre.
Estos son algunos valores útiles para diagnosticar el síndrome metabólico:
- Perímetro abdominal ≥ 94 cm en los hombres y ≥ 80 cm en las mujeres
- Presión arterial ≥ 130/85 mmHg o en tratamiento médico
- Glucemia en ayunas > 100 mg/dl o diabetes diagnosticada
- Triglicéridos ≥ 150 mg/dl
- Colesterol HDL < 40 mg/dl en los hombres y < 50 mg/dl en las mujeres
Ante la presencia de estos resultados, siempre es una buena idea consultar al médico de cabecera para asegurarse de que los valores puedan conducir a un diagnóstico preciso.
Los primeros signos, visibles e invisibles, del síndrome metabólico
Para reconocer el síndrome metabólico, uno de los indicios más importantes es la presencia de «obesidad visceral», es decir, una acumulación de grasa concentrada en la fascia abdominal. Un segundo indicio es la «resistencia a la insulina», es decir, la menor capacidad de nuestras células, sobre todo las del tejido muscular y adiposo, para responder correctamente a la acción de la insulina y utilizar la glucosa como fuente de energía. A largo plazo, la resistencia a la insulina podría provocar:
- una menor utilización de la glucosa por parte de los músculos;
- un aumento de su producción en el hígado;
- un incremento de los niveles circulantes de ácidos grasos que, en el hígado, dan lugar a una mayor producción de triglicéridos y colesterol LDL (colesterol malo) y una reducción del colesterol HDL (colesterol bueno)
El síndrome metabólico y la alimentación
Nuestra dieta también influye en la composición de la microbiota intestinal, que está compuesta por una gran variedad de especies microbianas, con un equilibrio saludable entre ellas. Este ecosistema favorece la correcta utilización de la energía procedente de los alimentos y la integridad de la mucosa intestinal, que es la primera barrera fisiológica contra los agentes inflamatorios.
Una alimentación incorrecta puede alterar la combinación de microorganismos simbióticos en el intestino y provocar un aumento de las bacterias que inducen la absorción de las grasas ingeridas y producen sustancias inflamatorias. La permeabilidad intestinal (es decir, la capacidad del revestimiento del intestino para permitir el paso de nutrientes y otras sustancias) aumenta, lo que provoca el paso no fisiológico de sustancias inflamatorias al torrente sanguíneo.
Todo esto puede agravar los cuadros clínicos complejos propios del síndrome metabólico.
¿Cuáles son las consecuencias del síndrome metabólico?
El síndrome metabólico se asocia al sobrepeso y a estilos de vida poco saludables que dan lugar a una acumulación de grasa en el abdomen, al aumento de la resistencia a la insulina y a un estado inflamatorio crónico de bajo grado. Este estado general puede ser un factor de riesgo para la diabetes y las enfermedades cardiovasculares.
En estas condiciones, el hígado también sufre un cambio en su funcionamiento: la recepción de un exceso de nutrientes (ácidos grasos libres y glucosa) y de moléculas inflamatorias no permite que el hígado coordine de manera eficaz sus funciones naturales, lo que hace que pierda también su capacidad de «regulador metabólico».
Se trata de un círculo vicioso que, si se mantiene en el tiempo, puede comprometer el estado general de salud.
A la vista de estas consideraciones, sin embargo, muy pocas personas son conscientes del riesgo que implica no tratar el síndrome metabólico. Salvo en el caso de las personas que ya están en tratamiento por afecciones como la diabetes, la hipertrigliceridemia y la hipertensión, es raro que una cintura abdominal elevada se asocie a niveles elevados de grasa en sangre y niveles alterados de presión arterial. Tampoco tendemos a pensar que puedan tener consecuencias tan importantes para nuestro organismo.
¡El estilo de vida importa!
Como hemos visto, el síndrome metabólico es una situación compleja hasta el punto de definirse como «multifactorial». Esta situación se ve agravada muy a menudo por un estilo de vida sedentario, que nos lleva a permanecer inactivos durante gran parte del día sin realizar ninguna actividad física.
Lamentablemente, hoy en día este problema es cada vez más frecuente incluso en niños y adolescentes. Por eso, es importante recordar que la principal medida que podemos tomar para prevenir este tipo de problemas comienza con la elección de una alimentación adecuada y un estilo de vida saludable.
¿Qué se puede hacer para prevenir y tratar el síndrome metabólico?
He aquí algunos consejos útiles:
- seguir una alimentación sana junto con un estilo de vida saludable (no fumar, no beber alcohol)
- hacer actividad física regularmente (al menos 30 minutos de ejercicio aeróbico, de 3 a 5 veces por semana)
- controlar el peso corporal y, en particular, el perímetro abdominal
Reducir los riesgos para la salud es, sin duda, la mejor manera de prevenir y acompañar el tratamiento de esta afección clínica.
Ante un diagnóstico confirmado, lo correcto es acudir al médico, quien recomendará a los mejores especialistas para un tratamiento multidisciplinar adecuado.